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Dicen los expertos en neurociencia, como Francisco Mora, que el cerebro es como “plástico” que se transforma a lo largo de nuestra vida, y que aprender y memorizar constantemente es vital para todo ser vivo. Sin curiosear y ejercitar nuestras neuronas, el cerebro, literalmente, “se muere muy pronto”. ¿Y cuáles son los ingredientes para impulsar ese aprendizaje y mantener el cerebro joven? La curiosidad, la atención, la memoria… y la emoción.

Hoy en El Blog de Dulces nos ponemos muy científicos para explicaros por qué es tan importante enseñar a los más pequeños a convertirse en seres curiosos, amantes de lo nuevo y sedientos de conocimiento.

En su libro ‘Neuroeducación’, Mora rastrea los ingredientes de la educación y los analiza por separado, pero destaca uno de ellos por encima de los demás: la emoción. Y es que “sólo se puede aprender aquello que se ama, aquello que te dice algo nuevo, que significa algo, que sobresale del entorno. Sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria”.

Para ello, la primera etapa de la vida resulta clave, aunque hay que evitar confundir conceptos. Así, lo más importante hasta alrededor de los tres años es potenciar los sentidos a través del juego y enseñar a los pequeños a aprovechar y potenciar los estímulos que reciben, sin inundarles con conceptos, vocabulario y memorización de hechos aislados. Ya llegará el momento de dar un paso más y comenzar a transmitir conocimientos de forma más intensa.

En este sentido, uno de los descubrimientos recientes de la neuroeducación es que en esos primeros años no se aprenden conceptos abstractos, sino que se adquiere un mundo sensorial y motor a través del juego.

¿Qué pasa con los mayores?

Cuanto más utilicemos el cerebro ‘de mayores’, más posibilidades de que éste se mantenga joven y ágil.

Esta conclusión resulta clave y nos enseña que enseñar a amar el conocimiento se convierte, a la larga, en una herramienta muy poderosa, ya que la persona a la que le emocione aprender seguirá haciéndolo por voluntad propia durante el resto de su vida.

El aprendizaje y la memorización constantes son, en definitiva, básicos para la supervivencia del individuo. Por eso, nuestro objetivo en Dulces es ‘modelar’ el cerebro de los más pequeños en el mejor de los sentidos posibles: aprender y memorizar es, literalmente, un instrumento con el que cada uno da forma constantemente su cerebro, a través de recambio y sinapsis nuevas, otras neuronas, receptores de neurotransmisores que aumentan o se pierden y una larga lista de procesos neurobiológicos.

Como decía Ramón y Cajal: ¡Cada hombre es el escultor de su cerebro!